Vivir con intensidad el presente¡Cuántas veces hemos oído y utilizado la expresión “carpe diem”!

Literalmente significa “tomar el día”. Normalmente la asociamos a las expresiones: aprovecha el tiempo y no confíes en el mañana, o vive cada momento de tu vida como si fuera el último. Estas expresiones incorporan en sí mismas toda una ideología sobre lo efímera que es la vida. Una forma de vida popularizada en la película “El club de los poetas muertos”, protagonizada por Robin Williams.

Nuestra vida fluye en un dilema constante que se dirime entre el pasado, el presente y el futuro. Nos han educado para pensar continuamente en el futuro, con el objetivo de prevenir todo lo negativo que nos pudiera suceder. Nos colgamos del pasado para recolectar experiencia o para escondernos en momentos que han sido mejores. Para ser realistas, estamos dos terceras partes de nuestra vida pensando en cómo vamos a prever y gestionar nuestro futuro y, una tercera parte, repasando las memorias, a la vez que añoramos aquello que no hemos podido hacer cuando aún teníamos edad.

Vivimos en un mundo de cambio acelerado, lo cual nos obliga a estar en constante proceso de adaptación

Ante esta realidad, tenemos el peligro de caer en la sobrevaloración del pasado, sin pensar que nuestra experiencia ya no sirve para educar a nuestros hijos, ni nos es tan útil como para construir escenarios futuros. Por el contrario, la incertidumbre del presente nos puede empujar a idealizar el futuro, sin pensar que, muy probablemente, éste no será ni mucho menos tal como lo pensamos.

En medio de este dilema existencial que pretende buscar el equilibrio entre los dos extremos de una línea que forma el pasado y el futuro, se encuentra la virtud de saber vivir el presente con toda su intensidad. Vivir con intensidad el presente nos hacer sentir vivos y nos permite paladear nuestra propia existencia.

Para vivir intensamente el presente hemos de evitar caer en la superficialidad y el hedonismo. Si no podemos profundizar y dar valor a todo lo que nos rodea, no podremos estar atentos a todos los matices que nos aporta la vivencia de cada momento.

Si somos capaces de saber vivir con mayor intensidad el presente, podremos conocer y entender mejor a los demás y nos convertiremos en personas más empáticas. Aflorarán nuestras limitaciones, haciéndonos más frágiles y humildes, pero a la vez más sensibles y conscientes. Podremos disfrutar de nuestros éxitos cuando se consigan, ya que dejaremos de trabajar pensando únicamente en nuestra próxima meta. Saborear el presente, permite afrontar los problemas con una mayor dosis de realismo y facilita la toma de decisiones.

Cuáles serían las claves para vivir con mayor consciencia el presente

Si nos paramos a pensar, veremos que no hace falta ningún largo proceso formativo o intensos períodos de investigación. Lo podemos conseguir, simplemente, con cambiar la forma en la que afrontamos gran parte de las situaciones cotidianas de nuestra vida, desde las más sensitivas hasta las más reflexivas.

  • Concentrarse en los detalles sensoriales. Oímos muchas voces pero escuchamos poco, tocamos las cosas pero no las acariciamos, miramos a nuestro alrededor pero no vemos lo que pasa, respiramos pero no distinguimos los olores.
  • Cambiar las rutinas que nos impiden salir de nuestra zona de confort o seguridad, lo cual potenciará nuestra atención.
  • Aprovechar las esperas que tanto nos molestan para mirar lo que ocurre a nuestro lado.
  • Ejercitar el sentido del humor para despertar nuestra sensibilidad y atención.
  • Evitar querer tener el control absoluto sobre todo lo que sucede o que creemos que va a suceder.
  • Deshacerse de las ideas preconcebidas porque, en un entrono cambiante, son más un estorbo que una ayuda.
  • Practicar el agradecimiento porque esto nos obligará a reconocer y detectar aquellas cosas que lo demás hacen por nosotros.
  • Desarrollar nuestra capacidad de reflexión y de pensamiento, un ejercicio que nos ayudará a tener conciencia plena sobre el presente.

En definitiva, saber vivir con intensidad el presente implica: leer nuestras memorias con agradecimiento; pensar sobre nuestro futuro sin angustiarse, y disfrutar de cada momento, anclados en el realismo, conscientes de nuestra existencia y todo ello aliñado con una buena dosis de sentido del humor.

David Martínez